Empieza con una
amiga animándome a desembarcar en una ventura llamada “Study Abroad” en Cuba.
Terminando mi primer año dentro del programa de doctorado, tenía reservas de
que clases quería tomar, pero con una buena amiga y una buena profesora a mi
lado, decidí lanzarme. Aún puedo sentir
el calor del sol en mis espaldas, el aroma a frutas cuando pasaba el mercado, el
ruido de la gente en el parque conectándose al “WIFI”, las infinitas limonadas
frappés que consumí en busca de amansar el calor, siento que parte de mí se
quedó en Matanzas. Fueron dos semanas de trabajar con autores únicos, talentosos;
con estudiantes, con trabajadores de las editoriales y de establecer amistades
que durarán toda una vida. Mas que un “Study Abroad” en un país desconocido, más
que una experiencia inolvidable, las dos semanas en Cuba, fueron dos semanas de
reflexión y de valor. Aprendí que la traducción es mucho más difícil de lo que
pensaba, hay que tomar en cuenta no solo la lengua en que se traduce, sino
también lo que el autor quiere transmitir al público, si no se cumple con lo
último, como traductor, uno falla. Pero a la misma vez fue traducir un país
completo, a un lenguaje que me dejó perderme en él y a la misma vez poder
valorar el día a día de alguien que se pierde en la rutina. Mientras los días
pasaban, las amistades se reforzaban, la experiencia se registraba dentro de
una como un tatuaje permanente y Cuba, se quedaba como sin pasar el tiempo,
como estancada dentro de una cápsula de tiempo que, aunque las personas giren a
su alrededor, permanece quieto.
Las amistades que
se formaron, y más que todo la experiencia que se vivió, con colegas, con
autores, con las personas de Matanzas, dejará una huella en mí. Pero esto no es
el final de una etapa de “Study Abroad”, sino es el comienzo de una nueva etapa
de mi vida como estudiante, como amiga y como persona con una perspectiva del
mundo diferente.
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