“Aterrizamos en La
Habana donde pasaremos una noche, y después nos esperan dos semanas en
Matanzas, con un fin de semana en Varadero. Finalmente de regreso a La Habana
para tomar nuestro vuelo a Houston. El trabajo en Matanzas incluye trabajar en
una casa editorial y traducir obras de escritores cubanos”. Me aprendí estas
oraciones de memoria ya que al charlar con familiares, amistades, compañeros y
conocidos sobre mi viaje a Cuba me encontraba con la misma pregunta “¿En serio,
vas a Cuba?”. Aunque con estas oraciones intentaba explicar mi viaje, ni yo
misma entendía lo que viajar a Cuba significaría. El siete de julio aterricé en
La Habana y al esperar el equipaje hubo unos cuantos apagones ya que había
empezado a llover. Nos esperaba una guagua que aunque pequeña y sin lujos sería
indispensable para nuestro viaje. Hablar de La Habana sería injusto ya que solo
pasé unas cuantas horas como turista por la ciudad, pero dentro de esas horas
me enamoré de la falta de internet, de los coches clásicos, de los edificios
antiguos, y de poder caminar por una gran cantidad de la ciudad pasando monumento
tras monumento. La Habana no era nuestro destino final así que de nuevo tomamos
nuestras grandes maletas y apretados nos “montamos en la guagua” que nos
llevaría a Matanzas.
Matanzas aún llena
mis sueños. Desde el primer día fue claro que “la atenas de Cuba” no sería algo
ordinario. No hubo descanso en esta ciudad; tomamos unos recorridos históricos
y una clases de salsa, visitamos talleres de arte al igual que al museo de
arte, asistimos a una obra de teatro estilo burlesque,
a un show de danza, a varios conciertos, y a unas peñas. En todos estos eventos,
que usualmente se convertían en noches de fiesta, siempre nos acompañaban los
inolvidables Adrian, Elizabeth, Lorena y Hector. Aunque son excelentes
anfitriones, son aun mejores artistas. Pero el talento Matancero existía en
toda la ciudad ya que a todo instante gente de gran importancia nos rodeaba y
sería imposible nombrarlos a todos. Entre ellos destacan Yanira, Laura, Derbys
y Silvia porque con sus acciones nos regalaron un cachito de Matanzas. Yanira
nos permitió una ventana ha su vida atravez de sus obras y las de su padre y
también nos abrió las puertas de su casa para aligerar el calor cubano en su
piscina. Sylvia y Derbys nos regalaron la historia y cultura de Matanzas
llevándonos de la mano por la ciudad. Dentro de todas estas actividades era
importante mantener como prioridad nuestro trabajo de traducción y fue ahí
donde Laura nos mostró la profundidad de traducir. Su charla sobre el trabajo
de traducción fue de los momentos que más me impactó de todo el viaje porque
ella demostró el trabajo intangible de la traducción; ese punto donde el traductor
transfiere una obra de una cultura a otra por medio de un idioma, tomando
decisiones que pueden deshacer el cosmos creado por el autor.
Traducir las obras de Cecilia y Nester fue un
privilegio y llenaron mis horas de trabajo con angustia, estrés, felicidad y
agotamiento. Siempre he navegado entre el inglés y el español y desde muy chica
fui la traductora oficial de mi madre que emigro a E.E.U.U. sin hablar inglés.
Pero traducir las obras de Cecilia y Nester encapsulaba traducir “un cosmos” y fue
una labor intelectualmente difícil. Nester estuvo ausente la mayor parte del
proceso y después de su charla con el grupo fue claro que ese es su estilo.
Aunque es un escritor magnifico y profesional, no cabe en él creer la
perfección de sus obras. Cuando le presentamos nuestro trabajo se mostró
encantando pero nos invitó a cambiar cualquier parte del cuento que creyéramos necesaria;
no cambiamos nada, el cuento en mi opinión era perfecto. Cecilia no nos dejo ni
un solo día, pero no por falta de confianza como traductoras sino que existe en
ella una curiosidad intelectual. Ella quería entender el proceso, vernos
trabajar, ver a otros equipos trabajar, ver a otros escritores trabajar. Nunca
supe que opinión tenía sobre sus propias obras como con Nester, pero es claro
que le tiene un amor al arte y por eso nos regaló tanto de su tiempo. El
viernes antes de regresar a Houston presentamos las traducciones. Las
reacciones de Cecilia y Nester me llenaron de satisfacción y creo que logramos
traducir su cosmos.
Dentro de tanta actividad logramos un escape
a Varadero y no existen ni palabras, ni videos, ni fotos para explicar la
belleza de este lugar. Si uno no visita Varadero nunca podrá entender porque es
tan fácil enamorarse del mar. La arena es ligera, el agua clara, y el cielo
parece más azul. Nuestro último día me desperté temprano para presenciar el
amanecer; las olas del mar susurraban y en el cielo azul se entrelazaban el
rosa, morado, anaranjado, y amarillo. En realidad aún no cabe en mi entender
todo lo que viví en Cuba. Es igualmente difícil intentar explicarlo. Me
gustaría mencionar todo lo que viví y a todos los que conocí porque cada
instante y cada persona marcó mi vida. Desafortunadamente mi memoria se inunda.
Hace unos días toque la canción “Guantanamera” e inesperadamente los ojos se me
llenaron de lágrimas al recordar a los amigos que en Matanzas esperan mi regreso
y mi mayor anhelo es verlos una vez más.
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